Lágrimas de alegría en retorno de pescadores de Santa Rosa tras dos semanas perdidos en el mar

Lágrimas de alegría en retorno de pescadores de Santa Rosa tras dos semanas perdidos en el mar

Contra todo pronóstico, tres pescadores de Santa Rosa lograron sobrevivir después de pasar más de dos semanas perdidos en el océano. Su historia, marcada por la resistencia, la fe y la esperanza, ha conmovido a toda la comunidad costera de Santa Elena.

José Antonio Suárez Reyes, Juan Alejandro Lucas y Juan Fernando Merejildo partieron el 22 de mayo en su lancha desde el puerto de Santa Rosa con la intención de realizar una faena breve. Pero lo que sería una jornada común de pesca se convirtió en una lucha por la vida, luego de que una falla mecánica en el motor los dejara a la deriva, sin comunicación y alejándose cada vez más de la costa.

Durante 15 días, la embarcación fue arrastrada por las corrientes marinas hasta alcanzar más de 180 millas náuticas mar adentro. Sin víveres suficientes y con apenas agua para subsistir, los tres hombres enfrentaron el calor abrasador, noches frías, el miedo constante a los buques de gran calado y la incertidumbre de no saber si serían encontrados.

“Sobrevivimos porque nunca dejamos de creer”, expresó entre lágrimas José Antonio al pisar tierra firme en Salinas el viernes 6 de junio. Visiblemente debilitados, pero lúcidos y agradecidos, los pescadores fueron rescatados un día antes por una embarcación extranjera que los divisó en aguas internacionales. El rescate fue coordinado de inmediato con la guardia costera ecuatoriana, que los trasladó a puerto.

En tierra, sus familias no se rindieron. Durante los días de desaparición, organizaron cadenas de oración, veladas comunitarias e incluso marchas para exigir a las autoridades intensificar la búsqueda. La fe en el Cristo Pescador y la Virgen del Mar, venerados por los habitantes de la zona, fue un pilar espiritual en medio de la angustia.

“Fue como si el mar nos los devolviera”, dijo una de las madres al recibir a su hijo entre lágrimas. Con cantos, pancartas y abrazos, el muelle se llenó de emoción al ver el reencuentro que muchos temieron no volver a vivir.

La experiencia de estos tres pescadores se suma a las crónicas de fortaleza del pueblo costero ecuatoriano. Un recordatorio de que, aun frente a la inmensidad del océano, el espíritu humano, la fe y la solidaridad pueden abrir paso al milagro.

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